En la medicina tradicional de tiempos ancestrales ya se conocía que los órganos de nuestro cuerpo y la naturaleza de nuestras emociones son sensibles a los cambios climáticos y a los alimentos que se consumen en cada estación.
La naturaleza nos ofrece los alimentos que necesitamos en cada periodo del año, con características específicas para cada estación, que nos ayudará a regenerar y revitalizar cada órgano de nuestro cuerpo físico, así como a armonizar otros sistemas relacionados como el sistema inmunológico, respiratorio, inmunitario, linfático, etc.
Los órganos afectados en otoño son los pulmones y el intestino grueso o colon. Precisamente son órganos de eliminación, por eso es necesario ocuparnos de los alimentos que los refuercen y los protejan al llegar el otoño.
A partir del equinoccio de otoño, la savia de la Tierra se retira de las hojas de los árboles para concentrarse en la raíces, pues ahora son las semillas y tubérculos los que necesitan de la energía de la Madre Tierra. Por esta razón, las hojas caen de los árboles, les toca morir, para renacer en Primavera. Ya los frutos han caído en el verano, ya se ha recogido la cosecha de los cereales en el estío, ahora toca guardar para el otoño y el invierno, en forma de encurtidos, fermentados, compotas, mermeladas, frutas desecadas, u otras formas de conservación antiguas como la salmuera, deshidratados o congelados.
La cocina en el otoño ha de empezar a ser más concentrada, de cocciones más largas, aunque no demasiado, pues aún está el “veranillo loco de San Miguel” en pleno octubre, y en las Islas Canarias tendremos buenas temperaturas algunos días combinadas con lloviznas o calima. En el resto del hemisferio norte, el clima se presenta más radical, debiendo tener sumo cuidado en los alimentos que escogemos cuando bajan las temperaturas, para no enfriarnos. En Canarias, no hay que bajar la guardia, pues aunque haya un día soleado, nuestro organismo interno sabe que ya llegó el otoño.
Los alimentos que nos ayudan a regenerar y enraizar son los tubérculos (batata o boniato, remolacha, zanahorias, nabos, rabanillos, cebollas), raíces (jengibre), productos que nacen en la superficie de la Tierra (la calabaza, calabacín, coliflor, coles, berenjenas…). Debemos ir dejando las frutas muy acuosas como el melón o la sandía, para pasar a frutas con gran contenido en fibra como las manzanas, chirimoya, ciruelas… tenemos que evitar los alimentos y bebidas frías, elegir más infusiones, caldos, sopas, cremas, purés, compotas, asados, horno, estofados, etc. Añadir especias como la canela, la nuez moscada, clavos, cúrcuma… Las grasas saludables a aumentar serán los aceites de semillas y frutos secos como de sésamo, almendras, nuez, cacahuetes, cáñamo, calabaza, así como su forma natural, teniendo en cuenta activarlos para eliminar los anti-nutrientes, los taninos. Esto lo puedes hacer sencillamente dejando de remojo un mínimo de 8 horas para activarlos. Una vez transcurrido este tiempo, puedes escurrirlo usando el agua resultante para regar las plantas pues es nutritiva para ellas. Los frutos secos y semillas puedes secarlos en papel absorbente de cocina o en el horno a unos 45 grados, sin que se tuesten demasiado pues perderían la vida que están en este momento en ellos a raíz de la activación.
En este periodo de tiempo nuestras emociones se van calmando, ya no estamos tan expansivos. De forma natural entramos en periodo de reflexión, de hacer cuentas a ver qué ha ocurrido en el año, que cosecha hemos recibido por nuestras acciones. Entramos en un tiempo que las horas del día se van acortando, para dejar reinar a la noche. Poco a poco, las horas nocturnas nos influirán en nuestras emociones y en la naturaleza de nuestros pensamientos. Elegir una alimentación despierta nos ayudará a pasar los tramos cíclicos que ocurren en nuestro interior que no es otra cosa sino el reflejo de los cambios estacionales que danzan en el exterior con la Madre Tierra. Con una alimentación despierta, se trata de volver a conectar con nuestros ciclos internos y con la Naturaleza.
¡Feliz otoño!